El juego de palabras puede ser un juego intelectual o una manera de eludir una conclusión coherente.
C.B
Siempre que con mi esposa viajamos al exterior no lo hacemos como turistas, sino como participes de congresos y reuniones con programación a cumplir.
Cuando volvimos de la asamblea anual de la Sociedad Interamericana de Prensa, llevada a cabo en la ciudad de México, el trabajo profesional que realizamos allí nos movilizó intensamente. Por ello nos escapamos el fin de semana siguiente a Pinamar para hacer cable a tierra...
Estando allí participamos de una importante reunión social vinculada a un emprendimiento local. Entre la gente que vimos, nos saludó un conocido locutor nacional que había sido alumno mío.
De inmediato nos saludamos afectuosamente, y él delante de quienes nos rodeaban contó que una de mis modalidades como profesor consistía en iniciar mis clases con absoluta puntualidad. En una época donde el alumnado acostumbraba a llegar tarde a todos los cursos como una manifestación de rebeldía, comenzaba las clases con una historieta que tenía ciertos tramos en los que había un juego de palabras, a veces irónicos y otros risueños.
Mi ex-alumno relató en esa reunión pinamarense el siguiente ejemplo: les pedí que registraran cada uno de ellos en un papel el siguiente reportaje imaginario. Un seudo-periodista preguntaba qué opinaba yo sobre las relaciones prematrimoniales, a lo que contestaba manifestando que eran convenientes y necesarias.
Les dí cinco minutos para que en pocas líneas hicieran un breve escrito del contenido de mi hipotética respuesta.
Todos los textos se referían a favor o en contra de mis dichos sobre las relaciones prematrimoniales, interpretando equivocadamente que yo me había referido a las relaciones sexuales. Mi reacción como profesor fue muy clara: en ningún momento había hablado de sexo, y por ende los comentarios no respondían a mis dichos. Más aún quedaron todos desconcertados cuando les pregunté: qué tenían en contra del noviazgo, que es justamente una relación prematrimonial aconsejable.
La tergiversación de las respuestas se da a veces en la actividad de muchos comunicadores. No siempre hay malicia en ello sino tal vez incapacidad para hacer preguntas muy concretas que obliguen a sus interlocutores a claras contestaciones.
La responsabilidad de mis colegas obliga, como en muchas profesiones, a una constante atención para evitar descuidos o errores. La mala praxis quita credibilidad a quienes la practican.
La sociedad necesita estar bien informada a través de periodistas capaces y justos.
La República queda en crisis si los ciudadanos no pueden opinar fundadamente sobre situaciones desconocidas, o trastocadas por juegos de palabras.
A mediano y largo plazo un país crece en la medida que cada uno de sus componentes obre con inteligencia y esfuerzo honesto. Ese es el mejor índice para señalar el avance social, sin el peligro de errores en los cómputos.
Carlos Besanson
Como despedida reproduzco otro de mis dichos en clase:
Mamá Chancha estaba junto a su hijito el Chanchito.
Este le preguntó curioso:
-¿Mamá, quiénes son anormales?
Mamá Chancha luego de meditar profundamente contestó:
-Hijo, anormales son los que
no son chanchos como nosotros. |